Buscar razones para vivir es una buena razón para seguir viviendo, y si no las hay,
hay que inventárselas.
Conmigo no tienes que fingir. No tienes que decir nada. Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no? Sólo tienes que juntar los labios y soplar. Y yo acudiré a tu llamada.
Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan sobre lo esencial. Jamás os dicen: "¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?"
En cambio, os preguntan "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?"
Solo entonces creen conocerle.